¿Te gusta Social Musik?
¡Recibe contenidos exclusivos!
¡Suscríbete ahora y tendrás acceso a los contenidos exclusivos que estamos preparando para ti!
La primera imagen que viene a la cabeza cuando pensamos en ballet son sus características zapatillas o puntas atadas a la pierna. Actualmente practicar ballet sin ellas es algo completamente impensable, porque es un elemento propio de esta danza en el que las bailarinas tienen ese aire etéreo precisamente por su inconfundible forma de tenerse en pie . Pero ni siempre ha sido así ni hace tanto tiempo que las puntas se utilizan en el baile clásico. Siento desmoronar ese mito.
El ballet tal y como lo conocemos en la actualidad, con puntas, se inició con la llegada del siglo XIX con el auge del romanticismo, pero únicamente se utilizaban en momento concretos de la actuación.
La primera en subirse a unas puntas fue María Taglioni, porque quería imprimir a sus movimientos esa sutileza y refinamiento de la que hablábamos al principio. Taglioni se inspiró en esta forma de ver el ballet en la propia corriente cultural romántica que imperaba en el momento y que estaba influido por otros mundos imaginarios como las hadas, seres espirituales o espectros. Taglioni inauguró el ballet sobre puntas en el estreno de La Sílfide (1832) en la Ópera de París. Representaba el papel principal de la obra, donde encarnaba a una criatura sobrenatural y para destacar que pertenecía a otro mundo se deslizaba sobre las puntas de los pies. La bailarina no sólo marcó un antes y un después con esta representación, sino que estableció un estilo lleno de movimientos delicados, saltos flotantes y posturas balanceadas como el arabesque, además de crear una vestimenta que precedería al actual tutú.
Además, en la misma época, el coreógrafo italiano, Carlo Bassis, creó una nueva posición, el attitude, fijándose en la escultura del dios Mercurio de Giambologna.
Las zapatillas de ballet tal y como las conocemos hoy nacieron a raíz de que las bailarinas rellenaran las puntas de sus simples zapatillas de satén con algodón en rama y así protegían sus dedos de los pies. Posteriormente el uso de este calzado en la danza se generalizó y las hormas evolucionaron hasta las que hoy en día se utilizan en el baile clásico.
El trabajo con las puntas comienza a partir de segundo o tercer curso de estudios y es un trabajo que debe realizarse poco a poco para que el alumno aprenda a bailar sobre ellas y consiga la fuerza y el equilibrio que requiere este tipo de trabajo, ya que precisa de un gran esfuerzo físico y, sobre todo, un entrenamiento duro.
Las zapatillas de ballet o puntas pretenden dar al espectador la sensación de altura, de volatilidad, de bailar sin casi rozar el suelo y no hacer ruido. En definitiva, lo que se quiere transmitir es la delicadeza de la bailarina clásica y para ello es imprescindible saber caminar sobre las puntas.
¿Cuando ves un espectáculo de ballet tienes esas sensaciones que se pretenden conseguir con las puntas?