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Música, buena música y buenos músicos. En definitiva es de esto de lo que hablamos aquí cada miércoles. Y de cómo acercarlos al alocado mundo que nos rodea, de los trucos para hacernos un hueco, en definitiva de cómo sobrevivir en este complicado sector. Pero siempre con la música como fondo.
Pues bien, si ya vimos hace un tiempo que incluso los más grandes están buscando su forma de cambiar un poco ese perfil intocable y elitista de la música clásica, hoy os acerco el ejemplo más transgresor que recuerdo haber visto: el organista Cameron Carpenter. Este joven de 35 años ha desafiado las convenciones sociales que se tienen del instrumento más sagrado para el ideario común tirando por tierra las elevaciones de espíritu – dice de su instrumento que “No es un instrumento de Dios, ni para pocos, ni para especialistas. Es un instrumento de la ciencia y como tal hay que disfrutarlo.” – las ideas sobre estilo y el repertorio a tocar.
Como podéis ver en la foto su estética no puede estar más alejada de lo que pensamos al imaginar un organista, elevado sobre las columnas de cualquier catedral como un puente entre lo humano y lo divino. En manos de Carpenter Bach se mezcla con los Beatles en interpretaciones nada convencionales y hasta cierto punto irreverentes, arrojando nueva luz sobre la literatura para el instrumento.
El organista punk Clic para tuitear
Si, muy transgresor y todo lo que tú quieras – puede decir alguno – pero ¿y la calidad artística? Evidentemente, y como hemos defendido multitud de ocasiones, vender humo es uno de los grandes peligros al mostrar estos ejemplos de ruptura e innovación, y si bien en este caso puede que haya interpretaciones que no gusten a todos, Cameron Carpenter demuestra en cada grabación que tiene talento a raudales. Además se preocupa de conectar con su audiencia con vídeos en los que explica sus nuevos proyectos, y hace arreglos fantásticos de obras para otros instrumentos.
¿Vale esta idea para todos? Desde luego que no, pero sí es bueno poner en valor casos de artistas que decidieron arriesgar y buscar nuevos horizontes estéticos, instrumentales y musicales. Evidentemente habrá detractores y defensores de esta forma de trabajar la música, pero hay un hecho incontestable: hoy por hoy a Cameron Carpenter le funciona.
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La calidad y la estética no tienen porque estar competidas. Aquí vemos a un gran músico que además ha sabido diferenciarse muy bien sin sacrificar nada importante. Olé!