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«Guía de Toby Appel para la Orquesta»… vamos a tomarlo con humor 😉
En la primera parte de esta guía sobre los músicos de orquesta, te contábamos las historias de los instrumentistas de viento madera y de la sección de cuerda frotada de la orquesta. Continuamos con la cuerda pulsada y percutida, los instrumentos de viento metal y los de percusión. ¡Adelante!
Las arpistas son preciosas. Y lo saben. A menudo mantienen su belleza hasta pasados los ochenta años. Por extraño que parezca, los arpistas masculinos son igualmente atractivos. Se caracterizan por pasar su tiempo perfeccionando su caída de ojos y la mirada de cordero degollado para atrapar a confiados instrumentistas de viento y que les ayuden a llevar su pesado-mueble-dorado de un sitio a otro. Debussy tenía razón: “Los arpistas se pasan media vida afinando el arpa y la otra media tocando desafinados”.
Los pianistas en la orquesta son los que menos trabajan y los que más se quejan. Tienen egos increíblemente grandes y, debido a que sólo pueden tocar sentados, sus traseros suelen ser directamente proporcionales al tamaño de sus egos. Cuando cometen errores, cosa bastante habitual, se excusan diciendo que jamás habían tocado ese piano en particular. Los pobres.
Los trompetistas son la escoria de la tierra. Admito, sin embargo, que tienen buen aspecto cuando se lavan. Suelen prometer el mundo, pero en realidad mienten más que hablan. Pueden tocar suave y bonito durante el ensayo, ¡pero espera a que llegue el concierto! Son peores que los abogados, alimentándose de los miembros más débiles de la orquesta y disfrutando de ello. ¿Tal vez el conductor podría interceder? No caerá esa breva.
Los trombonistas suelen ser los más majos dentro de la sección de viento metal. Tienden a beber mucho y tal vez no sean las mentes más brillantes de la historia, pero no matarían ni a una mosca. No cuentan muy bien pero se mantienen más o menos al margen, por lo que no suelen molestar. Probablemente porque saben lo estúpidos que parecen cuando tocan. Es un hecho poco conocido que los trombonistas son excepcionalmente buenos jugadores de bolos. Va en serio.
En cuanto a la trompa, sólo tengo un consejo: huye. Los trompistas son pirañas. Te robarán la cartera, el almuerzo el novio o la mujer en cuanto le des una oportunidad – incluso aunque no se la des. No tienen nada por lo qué vivir y no les importa arruinarte la vida. La presión es una constante para ellos: Si fallan una nota son despedidos. Y si no te lo estarán restregando por la cara por toda la eternidad.
Los tubistas suelen ser gente maja, de buen corazón, y tirando a guapetes. Es una verdadera lástima que sólo haya una por la orquesta.
Esta panda de memos a los que se les paga un buen salario por soplar silbatos y golpear cosas no merece el espacio que se les asigna en el escenario. Esto está probado por el revelador hecho de que no hay partes de percusión escritas en el repertorio orquestal estándar. Los percusionistas tienen atriles, pero los usan para mirar revistas de señoritas desnudas en los ensayos. Tocan lo que sea y cuando les da la gana, y siempre demasiado fuerte. Los que tienen un mínimo de decencia e inteligencia tocan los timbales.
La mayoría de los percusionistas son sordos, sin embargo los timbaleros hacen como que afinan los distintos parches para dar el pego frente a los directores más lerdos.
El tipo con la nariz chata que toca los platillos no es precisamente Einstein, pero es uno de los mejores para compartir una habitación durante una gira. Los platilleros no practican – supongo que ya es suficientemente malo tener que escuchar esas cosas brillantes durante el concierto.
Los percusionistas parecen un montón de críos con juguetes que se pueden ver muy a menudo sacudidos, caídos o maltratados causando un gran efecto. Se pueden observar secciones enteras de percusión en el transporte público, donde practican subir y bajar como grupo. En realidad esto representa el único desafío significativo para un percusionista.
Y esto es lo que hay. Confío en que este pequeño recorrido haya arrojado algo de luz sobre el misterioso interior de las orquestas sinfónicas. El mundo de la música vive en tensión día tras día, y no es precisamente fácil sobrellevarlo.
Tal vez ahora tú, lector, sientas un poco más de comprensión por las dificultades que enfrenta un músico de orquesta al hacer su trabajo. Por ello, la próxima vez que te encuentras en el auditorio, tómate un momento para mirar en los rostros de los instrumentistas del escenario e imaginar lo complicadas que pueden llegar a ser sus vidas si las comparas con la tuya.
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